La Universidad en la que se educaron
y formaron los más destacados hombres y mujeres de la ciudad y del país, hoy,
penosamente devaluada, corre el riesgo de desaparecer de no realizar los
cambios indispensables que la nueva
época demanda. El sitial deshonroso en el que se encuentra no es producto de
una hecatombe que ocurrió ayer, es resultado de un inveterado proceso con una
pendiente que lleva tres décadas, por lo menos, y su desordenada y caótica
situación es fiel reflejo de la crisis social, política, económica y cultural
que vivió el Ecuador en los tiempos señalados.
Secuestrada por la politiquería y
abandonada por los gobiernos de turno la Institución quedo reducida a un espacio
carente del estímulo vital para producir conocimiento, generar saber. Se banalizó el concepto de
universidad y la condición de
universitario. Se produjo un fenómeno regresivo
que la posiciono como extensión maquillada del nivel secundario donde campeo el
facilísmo y estuvo ausente el rigor
académico. Generaciones de estudiantes, miles de ellos, a los que se los engaño
con títulos que no traducían competencias.
Universidad parcelada, con facultades
convertidas en feudos y decanos en “jefes”, cuyas miradas no se extendían más
allá de sus personales intereses y de los grupos a los que se obligaban a pagar
favores. La nueva elección se transformó en la mayor preocupación-oficio de los
mismos de siempre. Nos acostumbraron a las góndolas, a los altoparlantes, a las
campanas, a las paredes pintarrajeadas, a las banderas y voces de
reivindicación, a las expresiones de violencia, a las piedras, quema de llantas,
carros y policías, a herir y matar al compañero de pensamiento diferente. Una
violenta locura politiquera en los claustros universitarios.
Obligada la Universidad de Guayaquil a
enrumbarse hacia la excelencia que todos anhelamos, el Gobierno y sus
dependencias de educación superior actuantes debieran conceder tiempos más
flexibles y mayor apoyo para la conversión si consideran las décadas que se
tomaron los politiqueros “universitarios”
y “gobiernos” sin nombre (traidores, corruptos, cockteleros…) para
provocar la magnitud del desastre organizacional actual; por su parte, las autoridades
universitarias comprometerse a iniciar una verdadera depuración de los males y
personas responsables que son por todos conocidas.
Dr. Cesar Bravo Bermeo 30 de Noviembre 2013
Becario Senescyt Buenos Aires, Argentina
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