Experiencia para reflexionar
Ha terminado el período
lectivo 2012-2913, en la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de
Guayaquil, Ecuador. Queda un sabor amargo. Concluido el cómputo de las notas
totales, solo un tercio del total de estudiantes aprobó el curso. No hay
alumnos sobresalientes, de esos que aportan a la clase y al profesor. Muy pocos
fueron promovidos con una calificación de 17/20, algo aceptable. La mayoría de
los que aprobaron lo hicieron con el mínimo exigido, 13/20, pasaron “raspando”.
(Me refiero al total de alumnos de quien suscribe esta nota, en 4 paralelos).
Este presente no es sino
el resultado de una organización académica y administrativa que se descubre en
las referidas magnitudes. No creo que sea un fenómeno reciente. Me atrevería a
señalar que su pendiente es negativa. De alguna forma la mediocridad constituye
un sistema organizado, lamentablemente.
Según el PNUD, el
analfabetismo ecuatoriano, que se extendía sobre el 11% de la población, ha
sido reducido fuertemente gracias a un programa cubano que enfrentó ese tema.
Pero el que más ecuatorianos puedan leer no significa convertirlos en lectores.
Sospecho que el pueblo ecuatoriano, simplemente, no lee. En las escuelas y
colegios no se obliga ni se incentiva a la lectura de los grandes autores del
mundo. No se ve en la lectura algo placentero, como un aprendizaje de la vida
para la vida de c/u de nosotros, como una necesidad vital.
Resuena en mi cerebro la
respuesta de Newton en su disputa con Laplace, si he visto más lejos que otros
– precisó – es porque me he trepado sobre hombros de gigantes.
No sólo se trata de que
no se explique, se lea y discuta sobre los gigantes, reemplazados con manuales
elegantes que parecen bazares. Se trata también de que se desconoce el
significado de una biblioteca. Conferirle el don de la ubicuidad a todo autor y
permitirle superar la barrera de la muerte para posibilitar diálogos futuros.
Las bibliotecas no sirven si su contenido no pasa por el cerebro de los vivos.
Son cementerios especiales que evitan la degradación de la información. Hay
algo de magia en ellos si pensamos en que hacen posible el contacto de los
muertos con los vivos. Los libros hablan, nos presentan experiencias de vida,
visiones, eliminan distancias sean éstas espaciales y/o temporales. ¿Cuántas
experiencias ajenas pasarían a formar parte de nuestro acervo cultural leyendo
un libro al mes a lo largo de la vida? Recordemos, el cerebro es un musculo, y
los músculos que no se usan, se atrofian, ¿Cuál es el mejor ejercicio para el
cerebro humano?, leer y pensar.
Y Ecuador, no lee ni
piensa.
En la Universidad
Católica de Guayaquil, tuve esta experiencia: en el primer día de clases,
presenté a los alumnos de tercer nivel, las actividades a desarrollarse, entre
ellas, controles de lectura. Debían leer 4 libros en un semestre. Enterado, un
alumno preguntó: “profe, y cuantas páginas tiene el primer libro? Respondí que
88, (Magallanes de Stefan Zweig), el mismo alumno me pidió un receso de dos
minutos para conversar con sus compañeros, accedí, luego de conversar entre
ellos, aquel alumno dijo: “profe, hemos resuelto leer 10 páginas, eso, si Ud.
quiere”, tomé mis cuadernos y carpetas, me despedí diciendo a los
“estudiantes”, que consigan un profesor que les regale el año, sin cumplir
ninguna tarea”
En todas las
universidades ecuatorianas, por las que transité, el panorama es el mismo:
desolador, la ignorancia es mayúscula, el deseo e interés inconsciente de NO
SABER y de NO SER EDUCADO es enorme.
La joven que estudia
medicina, se las verá con huesos, cartílagos, carne, nervios, sangre, etc.
sustancias siempre materiales. Quien estudie arquitectura, utilizará ladrillos,
cemento, hierro, etc., para construir formas. El que estudie, química, hallará
que sus elementos de trabajo son los ácidos, líquidos, reverberos, recipientes,
mezcladores y hoy computadores.
Quienes hacen alguna rama
de las ciencias sociales, tienen una única herramienta: su cerebro, pues
deberán aprender a pensar concreta y abstractamente. Pensar, es posible solo
con palabras, así, la lectura, se vuelve ineludible, como única forma de que el
cerebro cumpla sus tareas sociales.
Esto es más necesario
para el economista, cuya verdadera utilidad social, es planificar el futuro del
Estado, de la sociedad, de las empresas, de los partidos políticos y sobre todo
de la producción y de los nexos entre los Estados.
Planificar, significa
prever. Karl Menger se refirió a ello definiendo que la inteligencia estaba
referida a la facultad de extender la capacidad de previsión a la mayor
distancia temporal. Modernamente, se diría, que ser inteligente significa
disponer de la capacidad de reducir la incertidumbre y la indeterminación del
futuro. Esto exige poseer conocimientos de historia, de filosofía, de
literatura, mundiales, nacionales y regionales. Keynes definió al economista
maestro en ese sentido, incluyó, además, la condición de poeta, el de ser
imaginativo para hallar nuevos caminos y de ser valiente.
A la Facultad de
Economía, llegan trabajadores que pretenden estudiar, QUE NO TIENEN LA AFICIÓN
A LA LECTURA, que priorizan el trabajo frente a sus clases. La Facultad lo
sabe, por eso permite que los alumnos puedan faltar al 30% de las clases. Si
imaginamos una cadena de montaje y se permite que la materia prima pueda no
estar presente el 30% del tiempo en cada estación de trabajo, el resultado no
puede ser otro que el desastre. El tiempo es una variable que sólo importa el
70% es lo que se declara. Imaginen eso como principio de la producción social.
Si se le preguntara a cada aspirante a economista si le gusta leer, seguro que
habremos descubierto un desierto.
¿No sería más honesto
auto-liquidarnos?
Y todas las Universidades
del país, tienen Facultades de Economía, en las que el drama es el mismo.
Valientemente, el señor
Presidente de la República, declaró a la prensa mundial, “que él lloraba, en
Bélgica, por lo que su universidad no le dio”
La lectura de la obra de
Carlos Marx, libro básico de la crítica a la Economía Política, no es tarea
fácil. Demanda tiempo y esfuerzo personal. Ese hombre era un gigante, un
erudito. Con gran facilidad recorría la historia, tomando ejemplos de la
antigua Grecia, Roma, Egipto, etc. Sus ejemplos fueron tratados a la luz de la
filosofía y expresados con un lenguaje de alto nivel y en varios idiomas, que
el autor manejaba con facilidad.
La obra de Marx es muy
exigente, es como escalar una montaña.
No sólo eso, su lógica es
distinta al incorporar en ella a la historia, y hay que estudiarla.
Hay un sistema social
contra la lectura. Daniel Estulin, uno de los investigadores sobre el poder
mundial, ha recomendado apagar la televisión en RT.
No es por gusto, hay un
apartar a la población de la política. El entretenimiento le disputa espacios.
Y, lo que es peor, hoy asistimos en Ecuador a nuevos intentos de transformar a
gente de farándula en asambleístas nacionales.
La falta de lectura
cumple funciones políticas, apartarla de la población. No es un principio
nuevo, es viejo. También se buscó apartarla de la economía. Fue Marshall, en
sus célebres principios, quién se atrevió a llamar a la Economía Política,
simplemente, como economía. Ni los descubridores del marginalismo, Jevons,
Walras y Menger, se atrevieron a ello.
Las Facultades de
Economía andan con muletas.
El Capital, la obra mayor
de Marx, es un testimonio crítico del progreso bajo el capitalismo y de su
tendencia a la crisis. Algo que reconoció Keynes, influenciado por Malthus, al
hablar del exceso de ahorro y por el marginalismo austriaco con su tesis referida
al exceso de inversiones. Algo que es un fenómeno nuevamente a la vista de
todos, algo que la teoría dominante ni siquiera percibe.
Por eso es que un
Profesor de la Facultad, hace años, muy juiciosamente, distinguía entre demanda
solvente y demanda efectiva al preguntarse sobre ambas.
Hoy diversos economistas
advierten que Marx tenía razón[1], el desempleo involuntario existe y no
puede eliminarse, más bien hoy se lo promueve.
Leer a Marx, es leer una
red de conceptos, con un sentido lógico-histórico, no hay temas autónomos, ni
independientes, cada tema depende del anterior, es imposible suponer nada. la
ciencia construye hipotesis, a partir de los hechos. Así, no basta la historia,
se requiere la ayuda de la filosofía y de la literatura, para expresar con
precisión un concepto, una categoría, una ley, una tesis.
La inmensidad de la lectura
requerida y su exigencia no es apta para “trabajadores que pretenden estudiar”.
Es preciso y urgente
cambiar el régimen de estudios, en general, el estudiante universitario no debe
trabajar, y en particular un estudiante de ciencias sociales menos aún. No por
gusto los receptores de los premios Nobel en ciencias económicas tienden a ser
personas de avanzada edad, aún bajo la ortodoxia predominante.
¡Y eso es lo que no se
hace! Renunciar a leer, por no tener tiempo, es renunciar a pensar
Quien suscribe este
editorial, “armó” la página web: www.perfileconomicomundial.com, para sus alumnos, en
ella “instaló” varios libros que juzga fundamentales para el desarrollo de sus
clases, que se pueden “bajar” gratis. Informó del particular a sus nuevos
estudiantes el primer día de clases, principios de abril de 2012; el último día
de clases, enero del 2013, le preguntó a sus alumnos. ¿Cuántos de ustedes
leyeron El Capital? Nadie levantó la mano. Hizo otra pregunta: ¿Cuántos
“bajaron” de la Web los libros requeridos? Cuatro de 41 alumnos levantaron la
mano, Y, de estos cuatro, ¿Cuántos leyeron la obra? Todos dijeron que no
tuvieron tiempo.
Pregunta final. ¿Cuántos
aspiran a pasar de año?, todos levantaron la mano.
Cualquier inclinación por
la docencia de este tipo de alumnos va sobre otras asignaturas subordinadas a
la mecánica clásica, a la media aritmética y a la campana de Gauss, a la
ausencia del tiempo en las relaciones económicas e inexistencia del cambio
tecnológico. No se ve a la economía como un fenómeno social alejado del
equilibrio. Se insiste en que las mercancías llegan sin precio a los mercados[2], y se enseñan poco y mal sobre la
inflación, y sobre la crisis, simplemente nada.
La crisis mundial del
empleo, ha revelado a la macroeconomía como incapaz de resolver nada, y más de uno
ha señalado a la “macro” como cómplice del actual atraco bancario-financiero
mundial[3].
Hay una institucionalidad
que, básicamente, está muerta. Y todos nos hemos convertido en sepultureros,
incluso la política económica que vincula la deuda al intercambio.
Y no sirve para nada ser
PHD en una ciencia inútil.
NELSON DÁVILA ACOSTA
[2] Leer: libertad de elegir de Milton
Friedman
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